14 de febrero de 2012

CICATRICES



En enero del 2011 recibí el año como todos los otros, con expectación, se nos dio promesa de un año de asombro y yo lo tomé con toda mi fe y mi esperanza. Tenía algunos problemillas como todos tenemos, pero me consideraba una mujer plena, lo tenía todo. El amor de un Dios hermoso y poderoso, un marido que me amaba, 2 hijos maravillosos, una madre y 3 hermanas que son estupendas amigas, el favor de Dios en una suegra que se convirtió en mi madre, una muy buena casa, 2 coches y muchas más bendiciones que pudiera mencionar. Unos meses antes había tenido una revelación muy fuerte en cuanto a poner los ojos en quien debemos y no en los hombres.

A quienes yo considero mis ejemplos de fe,  se les había tambaleado el mundo con una situación sumamente difícil, y aunque ellos nunca dudaron o flaquearon, a mi me aterraba que lo hicieran, porque si ellos dudaban, ¿cómo podría yo tener fe en cualquier cosa? Y en medio de su situación Dios me mostró que mi vista no debe estar en los hombres sino en El, y que si ellos caían yo podía seguir creyéndole a El. Yo no sabía lo útil que me iba a ser esta revelación apenas 2 meses después.






Yo creo firmemente en lo que mis padres espirituales me han enseñado, creo que no hay que dar honra a lo que el enemigo hace o quiere hacer en nuestra vida y que si pasas por una situación difícil no tienes que andarlo pregonando a cuanto cristiano y no cristiano se te ponga enfrente (hay personas con las que podemos buscar consejería)  y que si lo que va a salir de mi boca no es para gloria de Dios y edificación mía y de la iglesia, mejor “calladita me veo más bonita”  pero también creo que una vez que la situación puede ser de bendición para otros es mi deber compartirla. Estoy leyendo un libro que se llama “tus cicatrices son hermosas para Dios” (Sharon Jaynes)  y en uno de los primeros capítulos menciona cómo Jesús muestra sus llagas para dar testimonio de quien era. También habla de cómo una cicatriz es una herida que ha sanado o que está siendo sanada y yo quiero compartir hoy mis cicatrices con ustedes para dar testimonio de cómo el amor de mi Padre y la sangre de Jesús han ido sanando mis heridas y mostrarte que si yo puedo ser sanada, tú también puedes.


Unos días después de haber recibido el año con tanta emoción y expectación, mi mundo perfecto se vino abajo, había sido “asombrada” pero no de la forma en que yo me esperaba, sin previo aviso recibí la peor noticia que pude recibir en mi vida, -- ya no te amo y quiero el divorcio—para poder expresar lo que esto significó para mi tendrían que comprender que para mi no había otra vida que mi marido, mis hijos y la iglesia, mi familia no vive aquí y no tenía amigos, no trabajaba y no hacía nada si no era con él. Dependía según yo al 100% de él, en todo, no solo lo económico. 

Mi mundo se derrumbaba, no puedo negar que me enojé con Dios ¿Por qué me pasaba esto a mí? Yo era obediente, buena esposa, me sujeté a mi marido, mi fe estaba firme, leía la palabra, iba a los servicios, diezmaba, sembraba, creo haber sido buen testimonio, servía en 2 ministerios y estaba en 1ª fila cuando se necesitaba algo. De verdad era una buena cristiana y no podía entender porque esto me estaba pasando. 

Clamé, grité, rogué para que llegara el arrebatamiento en ese momento, estaba avergonzada, como iba a decirle a mi familia, que cara iba a dar en el templo, me daba pena que se dieran cuenta que tanto que hablaba de mi fe en que mi marido iba venir  y ahora pasaba esto, cómo iba a decirle a alguien sigue creyendo, si mi fe había sido pisoteada de esa forma. 





Y entonces en medio de mis gritos y lamentos Dios pudo hacerse escuchar y Su Espíritu comenzó a tratar conmigo. Recuerdo mucho un comentario que puso la pastora en el face que decía que Dios puede sanar un corazón roto, pero hay que entregarle todos los pedazos y yo contesté – y que pasa si tengo perdida la mitad de esos pedazos – 





Pero ahora gracias a Dios, puedo dar la respuesta, El tiene ángeles buscando hasta debajo de las piedras cada pedazo y astilla de ese corazón roto y va uniéndolos uno a uno con infinito amor para que la cicatriz sea apenas visible para que yo pueda dar testimonio de esa sanidad, de esa restauración. Ha sido un camino muy largo y difícil, me he tropezado varias veces, aún hay algunas astillitas que faltan de pegar en mi corazón, pero creo que estoy del otro lado.

No puedo imaginar mi vida este último año sin El guiándome paso a paso, a través de las personas correctas. No puedo pensar en cómo habría podido enfrentar esto si no tuviera en mi alma y en mi espíritu todo lo que he aprendido en el CEE Vida (centro de edificación y entrenamiento) absorbiendo sabiduría de mis maestros. El espíritu recurre a todo lo que hayas metido a tu alma para fortalecerte y si no tiene de que alimentarse pues no va a poder ayudarte mucho. 

El año pasado el enemigo vino a matar, pero gracias a eso yo resucité;  vino a robar pero estoy siendo restaurada, y vino a destruir, pero estoy comenzando a construir sobre los fundamentos correctos y en este 2012 le prometo al diablo que va a saber de mi, porque este año voy a hablar de Jesús, a leer, aprender, alabar, diezmar y sembrar mucho más de lo que lo hice en los años anteriores y si se sigue metiendo conmigo que se agarre, por que no tiene idea de con quien se metió. Este año quien es cabeza de mi casa es Cristo, y si yo con El quien contra mi. 

Hoy quiero hacer pública mi gratitud a Dios, por ser un padre amoroso y fiel, porque tiene aún a sus ángeles buscando las astillitas que faltan para que mi corazón quede totalmente restaurado, para manifestar a la gente que con Su amor, y Su poder hoy sigo firme, sigo creyendo sus promesas, si Él dijo Él lo hará, no me cabe duda de esto, estoy saliendo adelante con Su favor. El año 2011 después de todo SI fue un año de asombro, cuando miro sobre mi hombro puedo ver como he crecido, cómo en este año mi espíritu se fortaleció más que en los pasados 25 años, fue un año de asombro porque sigo aquí y estoy fortalecida, y si yo puedo hacerlo en Su fuerza, entonces cualquiera puede.

Al que es digno de recibir la Gloria, Padre eterno. Gracias.